domingo, 14 de diciembre de 2014

A quien sufra un orgasmo

Hombre, mujer, niño, sujeto que se asemeja a bestia o animal salvaje, no temáis a la hora de confesar vuestro crimen secreto mejor guardado. Este es el momento que estabais esperando, en el que las viejas antinomias abandonan su nido moral y los espectros de la noche bailan desnudos, preparados para fornicar con las palabras. Las historias que se niegan a ser contadas solo para satisfacer el espíritu de la "dignidad humana" y que se esconden en lo más oscuro del corazón, mientras los grandes presidentes y figuras valiosas dictan las peores sentencias hacia el verdadero espíritu humano, en el que coexisten la libertad y la perversión.

Que nadie se vea obligado a una palpitación indeseada, más bien esta es una invitación para aquellos que anhelan liberarse del dolor. Dolor causado por esa vieja cláusula, veneno de todos los Hombres, que nos obliga a permanecer en las sombras con nuestro fulgor aprisionado, esa que dice que el placer es un pecado. A quien sufra un orgasmo, ya sea en la pasión, en la locura o bajo el hechizo de un sueño, aquí mi mejor intento para aliviar su pesada carga.

Nada que pertenezca al pensamiento es abominable; la idea de que lo claramente definido por la conciencia deba ser condenado es la peor de las supresiones hacia el individuo. Todos pensamos en matar, destruir o corromper porque esto está grabado en nuestra sangre, y nada debe hacernos creer que aquello es un síntoma de locura. La realidad es que muy pocos encuentran su verdadero placer y en el peor de los casos solo se responde a una naturaleza que no quiere olvidar sus raíces. Pero el olvido es la mejor forma de dominio, es por esto que nos dicen qué es exactamente lo que debemos desear, soñar y hasta fantasear

Las peores violaciones son las que prohíben la imaginación; Todos hemos trabajado horas diarias por días, meses, años, sin ninguna satisfacción más que la de una ridículamente pequeña recompensa. Esto no representa la peor escena para el hombre o mujer mediocre, pero sí para el que necesita un tiempo de vuelo en su mente.     Todo lo que sujete aquel espíritu de curiosidad y limite nuestro sendero, simulando otorgar un mundo de posibilidades está atentando directamente con nuestro estímulo más profundo, la nostalgia. Una vez que olvidamos ser nostálgicos perdemos lo más valioso de la creatividad, y es algo que no se recupera. Violar es una palabra muy fuerte, sin embargo debe ser parte de la imaginación siempre.

El suicidio, o el deseo de suicidarse es un indicio de que empezamos a comprender las cosas; Nadie permanece en la sinceridad sin un atisbo de insinuación hacia la muerte. Las únicas ambigüedades que no deben tenerse en cuenta son las realizadas como ritos. Me refiero a esas estúpidas ideas de la muerte como recurso del arte, o como refugio de la incomprensión humana. Podemos entender la muerte personal como el final de un insoportable trayecto de decepciones y placeres jamás resueltos, pero nunca como una fuente de inspiración. La inteligencia humana debería medirse según su opinión y método para resolver el tema sobre la muerte.

La vergüenza es agradable a la vista, pero es la suciedad más repugnante que puede llevar una persona a una fiesta; Nadie debería avergonzarse de sus deseos, pensamientos u opiniones. Una vez que aquella felicidad infantil es considerada algo prohibido se vuelve oscuro, se torna una perversión no requerida por nadie, porque la represión es un arma increíblemente destructiva. El adulto que posee deseos prohibidos suele ser un niño al que avergonzaron por tener sus propias fantasías.

Por último no quería dejar de mencionar la mayor carga que soportamos en la edad moderna: la culpa. Podemos intentar destruir el niño que fuimos, la identidad que ya no aceptamos y hasta la propia memoria, pero jamás podemos liberarnos de esta maldita malcriada que se alimenta de los sentimientos de todas las personas. No hay verdadero placer ni liberación si existe culpa, solo los moralistas eyaculan sobre esa tortura; los religiosos, los políticos, los policías, los mediocres. Pero los buscadores del placer humano necesitamos identificarla y erradicarla de nuestras vidas. El daño que nos satisface es una vileza que nunca deja de provocarnos, pero aquello que no nos deja dormir no debe tener entidad, ni nombre. La culpa es la cirrosis del que nunca ha bebido. Jamás debe ser tomada como la última palabra. Es cierto que el ser humano es responsable de las peores atrocidades de la historia, y es real que sigue siendo la mayor amenaza de la existencia, pero lo verdadero aflora. La profundidad del ser, que abriga el futuro de la inteligencia, nos conduce hacia el deseo. El deseo es lo único que impulsa hacia la vida, nosotros debemos desear, anhelar, pervertir aquellos pensamientos que se limitan a comprender el mundo y transformarlo desde esa percepción única. El invento de vivir no debe ser lucrativo, todos estamos dispuestos, disponibles y expectantes a la vorágine y nadie debe ser excluido de ello.
Para esto es necesario entender que sin importar lo grave que sea, lo tempestuoso que se presente, la necesidad de satisfacer ese impulso debe ser correspondido naturalmente. Realizar el primer paso hacia lo oscuro, sin olvidar que este es el lugar que pertenecemos. Un orgasmo, una vida.

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