sábado, 2 de mayo de 2015

El viudo, el sastre y su esposa


Borak Val era un hombre sin muchas pretensiones, tenía una casa humilde en el centro, un trabajo como sastre, una dulce esposa que cuidaba una biblioteca y una botella de brandy para ocasiones especiales. Sin embargo era por muchos conocido que aquello era un burdo intento por ocultar su verdadero rostro. Detrás de aquel hombre modesto de pueblo se hallaba un ser libertino, ampliamente lujurioso, que gozaba de pasiones sádicas y fantasías maquiavélicas. Noelia, su mujer, conocía muy bien los deseos de su marido y por supuesto ya le había amonestado su comportamiento en diversas circunstancias en la intimidad, que no hacen falta mencionar por el momento. Borak era un animal descontrolado a la hora del sexo, pero aún conservaba total sumisión a su perfecta y noble esposa, de esta forma, ella lograba domar la bestia y a la vez recompensarle con algún que otro antojo licencioso. Así fue siempre a lo largo de su matrimonio y fue así como Borak Val logró su acometido luego de convencerla de tal magnifica fechoría que relataré a continuación.

Había comenzado el invierno y la fría noche recorría la habitación de Borak con su pesadumbres envuelta en tinieblas. Hacía meses que el sastre no podía mantener una erección y su mujer ya se estaba cansando de humedecer sus labios y no lograr nada. La sien de aquel perverso latía frenéticamente, su mente viajaba a sitios innombrables y a pasiones oscuras, pero no era posible alcanzar el punto álgido de su excitación. Finalmente se cansaba y se dormía frustrado cerca de su agotada esposa.
Fue un día de junio en que Borak conoció a quien sería su nuevo mejor amigo, Héctor Pubill. Un hombre realmente destacado, estudioso y muy elegante. Llegó a su tienda pidiendo que le hiciera un traje de casamiento. Las manos de Borak recorrieron las líneas de este hombre que hablaba con un acento gracioso y se sonreía como con una inocencia infantil, tomó sus medidas y logró hacerle el traje más complejo y exuberante que jamás había hecho en toda su carrera como sastre. Desde entonces ellos planeaban cenas, cafés y platicaban sobre política y filosofía. Héctor solía decirle a su nueva esposa: Es el mejor sastre que he conocido, inteligente y de buen gusto.

La amistad de Borak y Héctor era un gran alivio para Noelia, que solía pasar mucho tiempo escuchando las extrañas ideas de su marido, como si fuese su confidente leal; esa clase de pecados que jamás llegan a oídos de párrocos o confesores. Ahora Borak encontró un aliado de sus perversidades y ambos poseían un gran talento para la inventiva y la fantasía.
Quizás aquel vínculo masculino había impuesto algo de quietud al espíritu salvaje de Borak para transformarlo en creatividad. Hacía meses que Borak y su esposa no se tocaban y él parecía no molestarse.
Luego de un café y un poco de brandy, Borak y Héctor hablaban en el living, cerca del fuego.
- Querido Héctor, tengo que admitir que mi primer impresión de ti fue la menos acertada. Un hombre culto a punto de contraer matrimonio, con esa mirada de honra y esa paz de hombre de bien. Caí en la trampa de aquella imagen de tipo santurrón, que busca un traje sobrio y formal para satisfacer la mirada del vulgo y de su familia.
- Oh, Borak. La familia de mi esposa me odia, mis padres no asistieron a la boda por temor a la verguenza; ellos siempre opinan lo peor de mí, quizá hasta imaginaron que estaba tras su dinero. Pero hay algo cierto en todo este asunto. Yo adoro eternamente a Carolina, ella es la luz de mi vida, de mis negros sueños y de mis tardes grises. Sin ella no sería nadie. Incluso abandonaría los burdeles tan solo para estar con ella, pero eso no lo veo posible. Es una mujer ejemplar, dedicada, preciosa, pero jamás podré tratarla como a una cualquiera. Nunca podré ensuciarla con mis más oscuros deseos.
- No puedo verte así amigo mío. Me quiebras el alma y me llenas de angustia el pecho con tu romántica mirada. No quiero que me malinterpretes, yo también amo a mi esposa, pero el hecho de escucharte hablar de ella como si se tratara de una especie de dios me revuelve el estómago. En el momento en el que me comparo contigo siento que hay un vacío imposible que no puedo siquiera comenzar a comprender. ¿cómo es que no tratas a tu esposa como a una cualquiera?
- Te juro que es lo único verdaderamente sagrado para mí. Nadie me ha hecho ver los cielos de mejor manera, ni me ha apretado el corazón con un suspiro mientras imagino la eternidad de su rostro. Mi preciosa Carolina.
- Esto es verdaderamente un horror, amigo mio. Una mujer que es pura ternuna y que no puede ser puta... es una calumnia para la imaginación, una displicencia imperdonable para el pensamiento.

Borak no podía aceptar que su amigo no lograse el éxito del placer que a él jamás se le había negado. Sin dudas había algo que debía hacer para poder recuperar su respeto por aquel hombre pero aún no lo había descubierto. Héctor era todo lo que Borak algúna vez había deseado ser, lo que había aspirado a ser y simplemente no era posible que esa proyección de su yo con la que podía interactuar y compartir no pudiera alcanzar lo más importante de su existencia: el goce exquisito de lo prohibido.
El sastre comenzó a odiar cada vez más a aquella mujer que no satisfacía correctamente a su amigo. Como si se tratara de su propia esposa. Así que comenzó a agarrarsela con la suya. Llegaba a la casa y golpeaba salvajemente a su mujer pidiendole que se comportase como señora de bien, señora respetable. Noelia obedecía a estos caprichos con un gran dolor pues a esa altura ya no sabía qué era lo que su marido necesitaba. Recibía los golpes con firmeza y respondía amablemente. Borak usaba látigos, cigarros encendidos, platos y hasta su propios zapatos para "corregir" a esta mujer que no podía ser el eterno rostro de una diosa, sino una prostituta que satisfacía todos sus deseos menos uno.

Al tiempo Borak dejó de frecuentar a su amigo Héctor. Él no pasaba por su sastrería ni Borak le llamaba a su casa. Noelia como todas las noches se dispuso a satisfacer a su marido pero no hubo caso. Pensó que vendría la reprimenda, pero en aquella oportunidad Borak solo le dio unas palmadas en la cola diciéndole: Niña asquerosa, niña mala, niña puta.
Parecía que Borak se había serenado cuando se enteró de la noticia. Hace unas semanas Carolina, esposa de Hector Pubill había fallecido de una horrible enfermedad que la obligo a esperar la muerte en su cama unos meses, hasta sofocarse en su propias secreciones.
Héctor llegó a la casa de Borak hecho un desastre. Había bebido todas las noches y parecía que no se bañaba desde el incidente. Su esposa había muerto y él había perdido todas las esperanzas. Tan solo le quedaba aquella amistad con el viejo sastre que vivía en el centro, junto a su noble esposa Noelia.
Borak le recibió con un abrazo y lo invitó al living en donde le sirvió una taza de café mientras intentaba consolar al pobre hombre desdichado.
- ¿Qué he hecho amigo Borak, para merecer tanta crueldad por parte del destino? Todo este tiempo me negué a mí mismo para poder servirla en todo, para poder estar a su disposición. Me rendí ante el triunfo de su belleza y ante el fracaso de su salud como si se tratara de una divinidad, de un culto personal. Ahora no me queda ni el menor rastro de mi amada, ni la mínima ceniza, ni el aroma de su aliento. Pretendo hundirme en lo más profundo de mi abandono y solo encuentro el vacío que me ha dejado su nombre, el recuerdo de su mirada y su sonrisa bondadosa. Estoy a los pies de la misma muerte, y puedo sentir su desprecio, su lejanía.
- Querido Héctor. Ya no sigas, recuéstate mi amigo. Deja que esos recuerdos fluyan con sus flujos poderosos y haz el duelo que quieras. Pero no ansíes la muerte porque aún perteneces al reino de los vivos. Nadie podrá devolverte a tu amada Carolina ya. Este es el momento en que debes aferrarte a tus amados amigos y esperar que estos se encarguen de tu salud y tu bienestar. Apoya tu cabeza en la almohada que yo velaré por ti, querido amigo... eso... ahora bebe un poco de brandy, así descansarás mas profundamente.

En aquel instante nadie sabía lo que pasaba por la perturbada cabeza del sastre excepto Noelia, quien observaba como su esposo acariciaba la cabeza de su amigo con una sonrisa macabra en su rostro. Las sombras se apoderaban de su imagen cada vez que este viejo tenía una nueva idea.

Borak descargó las gabardinas y encendió las máquinas, trabajó como todos los días, pero aquel no sería un día cualquiera. Había organizado una cena con su amigo Héctor en su casa y algo que no le dejaba dormir hace noches comenzaba a dibujarse en sus lienzos. Era irónico, Borak le otorgaba una gran dedicación a aquello que tanto detestaba en la cama. Esa era la forma que tenía de esconder sus deseos mas profundos; Su labor era vestir lo mejor posible aquellos cuerpos que sin duda eran mejor bienvenidos a su tienda desnudos.
Empezó a trabajar con un delicado paño femenino, este vestido era el más importante, debía estar terminado antes de las ocho de esa noche y el velur no era lo suficientemente "virginal" para aquel estilo de vestido nocturno. Ordenó su local, limpio los pisos embarrados y se dirigió a su casa en donde le esperaba un buen Montrachet y la cena perfecta.

Héctor comenzó a beber temprano, Noelia tenía indicaciones precisas de nunca dejar que la copa del señor Pubill estuviera vacía, al parecer esa sería una noche larga y teñida de un lúbrico escenario planeado por Val. El silencio de la habitación hacía parecer que todo de golpe estuviera pidiendo los gritos de alguien. Las velas eran las más apropiadas para la ocación: negras en candelabros antiguos. Cuando Borak se acercó a la mesa para ver a su invitado estaba vestido con uno de sus mejores trajes.
- Mi querido Héctor. Para agasajarte esta noche te he mandado a preparar una de las mayores exquisiteces a un gourmet amigo mío que vive en el campo. Sírvete y acompañame a mí y a mi esposa en esta solitaria noche. Esto que tienes aquí es lo que los franceses llaman Foie gras... prueba.
- Oh, celestial sabor... que delicia, mi amigo.
- Nada me hace más feliz que poder complacer su paladar, querido camarada. Tome su copa de vino verá que combinación inesperadamente asombrosa que hay entre este divino Foie y el Montrachet ligeramente aireado.
- Le puedo jurar que esto ha sido una bendición para mi gusto. Pero ¿qué es esto que estoy comiendo? me sabe algo familiar y sin embargo no puedo distinguir...
- Oh, ¿el Foie gras?. Es algo muy curioso. Verá mi querido Hector, es una costumbre un tanto controvertida, para poder lograr semejante sabor se sobrealimenta a la oca o pato con el mejor grano durante un período de tiempo hasta que el animal está que revienta. El hígado del ave infeliz finalmente cede y posee la grasa necesaria para que al freírlo tome un sabor único y especial.
- ¡Dios mio, Borak! que manera más siniestra de cocinar es esa. ¿Por qué no me dijiste esto antes de probarlo?
- Porque imagine que no lo disfrutarías. No como yo, que lo gocé la primera vez que lo probé conociendo el procedimiento.
- Eres un perverso hijo de puta, Borak.
Y aquella era la verdad. Pero aún Héctor no había visto nada ni imaginaba lo que le deparaba aquella noche.

Unos tragos más y los dos amigos ya estaban delirando. Borak se levantó y murmuró algo al oído de su esposa Noelia, quien se veía muy elegante y especialmente bella en aquel instante.
- Nada como los placeres de la carne mi amigo Héctor.
La mujer se acercó al sillón en donde descansaba Héctor y comenzó a acariciarle el cabello. Mientras tanto el sastre miraba la situación con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro. Noelia se posó sobre Héctor, cruzando sus brazos sobre su cuello y besandole las orejas. Las manos de Héctor recorrieron la espalda de Noelia y llegaron a su trasero. Agarró bien fuerte el culo de la esposa de su amigo y se empezó a animar. Tan pronto como se sacaron las ropas, Noelia y Hector se sumergieron en un frenesí inmediato, en el que parecían perderse sin temor ni desconfianza. Sus cuerpos eran el molde fantástico que Borak tanto había planeado hace meses en sus sueños.
Su amigo gozaba del cuerpo de una mujer, olvidando sus penas y el sastre se sentía a gusto con esa situación, en la que él solo era un observador. Tras las mordidas y las lamidas Héctor terminó en el suelo y Noelia se incorporó con la velocidad de una serpiente que esta a punto de devorar a su presa.
Fue cuando Borak la tomó de la mano y la llevó a la habitación.

Unos minutos después Héctor comenzo a sentir que lo tocaban con unas manos dulces y suaves por todo el cuerpo. Comenzó a experimentar la sensación de que aquello podría hasta llegar a ser místico. Los dedos de la mujer rasgaron el pecho de aquel hombre desnudo y ahorcaron débilmente el cuello de su amante. Las manos temblorosas de Héctor buscaron otra vez las nalgas de la mujer que se entregaba lujuriosamente sobre su cuerpo, pero sintió una tela muy suave que le resultó familiar al tacto. Fueron los susurron inaudibles de Noelia lo que hicieron que Hector abriera los ojos:
-¿Qué dices?.- preguntó el hombre
Y entonces la vio. Ante él se encontraba la imagen mas preciada y mas pura. El rostro blanco y la mirada eterna de su amada. El vestido era idéntico a aquel vestido con el que habían enterrado a su difunta esposa Carolina. Pero no podía ser, aquello era imposible. La mujer obedeció al demonio y con una mirada salvaje le dijo:
- ¿Ahora me dejarás ser tu puta?
Héctor no podía creer que aquella imagen impoluta se había mancillado de esa forma tan atroz aquella noche. Se largó a llorar con un grito de angustia que lo apartó por siempre del mundo de los vivos, se acurrucó en un rincón de la casa y se atrapó la cabeza entre las manos como si fuera a estallar en cualquier momento.
Al otro lado de la sala, Borak, el miserable sastre, que había visitado la noche anterior la tumba de la muerta solo para poder copiar a la perfección su vestido, ahora se retorcía de la risa mientras eyaculaba sobre su mujer en el suelo, finalmente había podido alcanzár aquel punto álgido del que hace meses no sabía nada. El foie gras había pasado a ser un placer muy secundario para Borak.